Cada grito de hermandad que lanzamos se pierde en el aire y vuela a los espacios sin límite. Pero ese grito, llevado día tras día por los vientos, llegará por último a uno de los extremos de la tierra y resonará largamente, hasta que un hombre, en alguna parte, perdido en la inmensidad, lo escuche y feliz, sonría... -Albert Camus-
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