"Esto es lo que sabemos;La Tierra no le pertenece al hombre, el hombre le pertenece a la Tierra.Todas las cosas están conectadas; así como la sangre une a una familia.El hombre no tejió la red de la vida, es meramente un hilo dentro de esa red.Cualquier cosa que él haga a sí mismo, se lo está haciendo a la red.Cualquier cosa que él haga en la red, se lo está haciendo a sí mismo".Chief Seattle, 1852.
"No hay "hombre medicina", sin una "mujer medicina". Un hombre medicina ha recibido el poder por una mujer y siempre ha sido de este modo. Un hombre medicina es meramente el instrumento de una mujer. Ya no se ve de esa manera, pero es verdad".
Una Luna amarilla se había levantado sobre las Colinas en la distancia.
El cielo era hermoso e inmenso y en algún lugar los coyotes cantaban llenos de lamentos. Yo estaba sentada de frente al fuego con una mujer Indía. Su cara tenía surcos; sus pómulos eran altos; y sus largas trenzas caían más debajo de sus hombros. Llevaba un collar con una rueda de la medicina tejido a mano encima de su playera verde.
"Tu vida es una senda", me dijo; al principio su acento grave fué difícil de entender. "Sabiendo o desconociendo; has estado en la búsqueda de una visión; es bueno tener una visión, un sueño"
Había algo grave en ella. Su personalidad parecía cambiar de un momento a otro. Aunque tuviera dificultad en expresar sus pensamientos en inglés, ella era una erudita como nadie ha conocido y era poseedora de una gran dignidad.
"La mujer es lo máximo", dijo "La madre tierra le pertenece a la mujer, no al hombre. La mujer es quien carga el vacío".
Esas fueron sus primeras palabras hacia mí antes de que yo me convirtiera en su aprendiz. Ella es una curandera heyoka. Y yo fuí destinada a seguirla durante siete años. Este libro es un record de mi viaje en su hermoso y extraño mundo - una celebración del poder de la mujer - así me hizo ella ver ese poder.
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