lunes, 19 de marzo de 2012

Gratitud: Una practica necesaria


"Estamos tan ocupados mirando hacia delante que olvidamos echar un vistazo hacia atrás para apreciar el camino recorrido. Pero sentir reconocimiento por los otros y por aquello que nos ha tocado vivir es mucho más que una virtud: es, sobre todo, el motor del bienestar."
Joselyne Vanclef


Pequeños ejercicios de gratitud

  1. Remonte la cadena de causas y efectos que han aportado elementos positivos en su vida. ¿Qué personas o qué serie de acontecimientos están en el origen del trabajo que ama, de ese encuentro que produjo un cambio total, de ese libro que le procura tanto placer? “Cuando bebas agua, recuerda la fuente” reza el proverbio chino. Reconocer las fuentes trae aparejada una doble alegría: la de haber recibido y la de reconocer el valor del otro.
  2. Efectúe un balance positivo. Por la noche, antes de irse a dormir, haga una lista de los acontecimientos agradables que considere como “regalos” del día transcurrido: un café con una buena amiga, una tarea bien hecha, la sensación de bienestar después de una hora de gimnasia, un llamado de alguien que esperaba. Cada uno de esos pequeños “plus” bien merecen un agradecimiento.
  3. Dé las gracias cuando da. Aprenda el placer que hay en el hecho de dar. Y dé las gracias interiormente al beneficiario de su generosidad, ya que él le permite, sin saberlo, entrar en contacto con la mejor parte de usted: la que da sin temer ser desposeída, la que tiene conciencia de la infinita riqueza que existe en el compartir.
  4. Desconfíe de las comparaciones y la envidia. Estos sentimientos negativos nos hacen despilfarrar nuestra energía vital, disminuyen nuestra confianza y nuestra curiosidad. Son el fruto de nuestras creencias: miedo de no estar a la altura, ser decepcionado, manipulado. Después de tener conciencia de ellos, trate de echarlos de su espíritu. Cultive en su lugar sentimientos de completud recordando sus éxitos.
  5. Acepte los momentos difíciles. No alimente ni combata los sentimientos negativos como la tristeza, el enojo o la decepción. Esta aceptación permite atenuar “las montañas rusas emocionales” que lo embargan. Al dejar de considerar los acontecimientos bajo el ángulo “bueno” o “malo” aprenderá a tomar la vida como un todo, y a sentirla con sus distintos sabores.

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