Siempre me ha parecido espectacular la
caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me
doy cuenta que ninguna hoja “se cae”
sino que llegado el
escenario del otoño inicia la
danza maravillosa del
soltarse.
Cada hoja que
se suelta es una invitación a nuestra predisposición
al
desprendimiento.
Las hojas no
caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad
y profundo de
sabiduría:
la hoja que no
se aferra a la rama y se lanza al vacío del aire
sabe del latido
profundo de una vida que está siempre en movimiento
y en actitud de
renovación.
La hoja que se
suelta comprende y acepta que el espacio vacío
dejado por ella
es la matriz
generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía
de las hojas soltándose y abandonándose
a la sinfonía del viento
traza un
indecible canto de libertad y supone una interpelación
constante y
contundente
para todos y
cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al
aire que me está susurrando al oído del alma
¡suéltate!,
¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!.
Cada hoja que se
desata queda unida invisible y sutilmente
a la brisa de su
propia entrega y libertad.
Con este gesto la
hoja realiza su más impresionante movimiento
de creatividad
ya que con él
está gestando el irrumpir de una próxima primavera.
Reconozco y
confieso públicamente,
ante este público
de hojas moviéndose al compás del aire de la mañana,
que soy un árbol
al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante
la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan
cómodo y seguro con estas hojas predecibles,
con estos hábitos
perennes,
con estas
conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados,
con este entorno
ya conocido…
Quiero, en este
tiempo, sumarme a esa sabiduría,
generosidad y belleza de las
hojas que “se dejan
caer”.
Quiero lanzarme a
este abismo otoñal que me sumerge
en un auténtico espacio de fe,
confianza,
esplendidez y donación.
Sé que cuando soy yo quien se suelta,
desde su propia
consciencia y libertad,
el desprenderse de la rama es mucho
menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que
niegan lo obvio,
tendrán que ser arrancadas por un
viento mucho más
agresivo e impetuoso
y caerán al suelo por el peso de su
propio dolor.
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Las hojas no caen, se sueltan.
Texto original de José María Toro,
extraído del
libro "La Sabiduría de Vivir"
(2ª ed.) EDITORIAL DESCLÉE, páginas 37 y 38.
Profundo y sencillo a la vez. Felicitaciones. Pido su autorización para compartirlo en mi página CIUDAD DE LETRAS en Facebook.Muchas gracias.
ResponderEliminarGracias a tí arkero1. He añadido la fuente, ya que se me había pasado. Si te ha gustado el texto, te recomiendo que el blog de su autor José María Toro... seguro que encontrarás más cosas de tu agrado. Un saludo!
EliminarMe gusto lo de las hojas no caen,se sueltan.En nuestra vida debemos soltarnos,desprendernos de toda atadura terrenal; solo asi seremos libres,y disfrutaremos de la vida.Muy bueno el blog
EliminarHermoso este poema y cuánta verdad! Me encantó! lo comparto en facebook, poniendo el nombre del autor y lugar de donde lo saqué. MUCHAS GRACIAS!
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